Francisco Javier Saldarriaga
Con ese supuesto acuerdo sobre la justicia transicional para buscar la impunidad de los jefes de esa pandilla de los muy apreciados narcoterroristas, se han dado demasiadas circunstancias que, antes que nada, dan la impresión de que se sacó antes de tiempo del horno, para desviar la atención sobre los sucesos de las frontera con el feudo del maduro, los desastrosos resultados de la economía en donde en menos de un año los colombianos perdimos el 60% de nuestra riqueza tazada en dólares, el deterioro innegable de la seguridad, la politización de la justicia y en fin, todas esas señales e indicios muy ciertos de que vamos para una nación gobernada por narcotraficantes que decidieron recurrir al terror para acceder al poder.
La guerra de los carteles fue el inicio para que el mayor de ellos se entronizara en nuestra sociedad como prohombres distinguidos. En esta realidad ganan los malos a diferencia de las telenovelas en donde casi siempre impera la justicia.
Dice el lenguaraz mandatario que el acuerdo publicado se elaboró con base en “un texto más largo que contiene 75 puntos –elaborado por el grupo de juristas– en el cual hay todavía algunas materias pendientes de desarrollo o reglamento, que esperamos que se resuelvan a la mayor brevedad”. (No hay nada firme)
“Por supuesto, tan pronto los juristas terminen su tarea sobre el texto ampliado, el Gobierno es partidario de darlo a conocer en su integridad a la opinión pública, tal como lo hemos hecho con los tres acuerdos previos, y podrán estudiarlo con detenimiento”, afirmó.
El acuerdo “está a la vista, escrito y firmado, y allí están muy claras, muy claras, las bases acordadas del sistema de justicia”, indicó. (Como se firma una cosa sin concluir)
El Jefe del Estado hizo énfasis en que se trata de un acuerdo en firme y “no hay por qué entrar a especular, con el único fin de opacar la esperanza de los colombianos”. (Todo lo encerrado en Comillas fue sacado de una noticia de El Colombiano).
En estos temas tan delicados las cosas se dañan por los detalles y según esas afirmaciones, se puede leer que nada está acordado y que lo que se hizo allá en ese rimbombante acto de apretón de manos, con la sonrisa estudiada y mentirosa, es simplemente una acto más en una comedia burlesca sobre las paz que anhelamos los colombianos.
Estas afirmaciones se contradicen en muy pocos renglones, algo muy usual en este señor. Creo que es un discípulo, no muy aventajado de un recordado profesor que ejerció como alcalde de la actual petrópolis. Este señor experto en confundir o mejor con mente confusa llegó a ser un candidato a la presidencia y compitió con otro más cañero y perro.
Ese afán se cocinó en Quito y si santos fue allá lo hizo para continuar con esa pantomima que quieren que creamos. Aquí no hay proceso todo esto es un sainete armada desde la Habana en donde hay actores de primera y de segunda y a fe que los libretistas y los productores saldrán en mutis por el foro sin aplausos ni reconocimientos cuando si de verdad el pueblo colombiano es llamado a refrendar ese remedo de acuerdo, lo rechaza tajantemente.
Razón tiene el falsario al afirmar que no se puede llevar esto a un referendo, debido a la certeza que tiene de la derrota. El pueblo quiere justicia real y con penas de cárcel para sus victimarios. No quiere a estos señores pavoneándose como vencedores cuando su lucha no los llevó al poder. Este señor que llegó allí con engaños y acomodándose a todas las ideologías con tal de figurar, es un enfermo egocéntrico que quiere entregar al país en aras de un reconocimiento que nunca merecerá puesto que con esa entrega nos condenará a muchos pero muchos más años de violencia terrorista. Aquí no ha habido guerra lo que ha existido es un estado débil ante el terror y el narcotráfico. Así de sencillo señor.
Postre: El pan no crece cuando se saca antes del horno.
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